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La Violencia Familiar y el Maltrato Animal

Por Maricarmen García Elías

Hablar de Violencia Intrafamiliar, hace imperante remitirnos a los orígenes de la misma, para poder entender este problema social y tratar de buscarle soluciones al alcance de todos. La violencia en cualquiera de sus manifestaciones es un antivalor de la sociedad que se ha ido arraigando por las costumbres y la inercia a la que a veces estamos habituados.
Hay temas que la moral  hace invisibles, con las desagradables consecuencias de darle la espalda a temas tan presentes en nuestra vida cotidiana como la violencia doméstica.
Los expertos en violencia de género y doméstica hablan de lo común que es esconder y ocultar un tema tan cercano como éste. Pero la violencia contra las mujeres, los ancianos y los niños la ocultamos y escondemos para no darnos cuenta de la degradación en la que permitimos que crezcan nuestros hijos.
Uno de los orígenes de la violencia doméstica o intrafamiliar es el maltrato a los animales. El maltrato a los animales en el contexto de la violencia doméstica es un campo de estudio novedoso y no desarrollado en nuestro país, que proporciona valiosas informaciones para elaborar estrategias en la ayuda de las víctimas de la violencia doméstica, que vierten cifras impresionantes y que deberían inspirar acuerdos de colaboración entre los organismos no gubernamentales y los tres niveles de gobierno para resolver los casos de violencia doméstica desde todos los ángulos. Estos estudios, que dan cifras muy similares, están realizados en refugios para mujeres maltratadas de Inglaterra, Canadá y Estados Unidos.
Por ejemplo, el 70 por ciento de las mujeres que tenían animales de compañía afirmaron que su pareja había amenazado, herido o matado a su animal. El 85 por ciento de mujeres que acuden a una casa de acogida hablan de incidentes relacionados con animales de compañía. El 63 por ciento de los niños acogidos hablan de incidentes relacionados con maltrato a animales. El 94 por ciento de las mujeres con animales de compañía dijo que, si estos centros hubieran tenido un sistema de rescate a los animales, hubieran escapado de sus hogares mucho antes.
¿Pero por qué los maltratadores son también crueles con los animales? Para poder demostrar y confirmar su poder y control sobre la familia, para aislar a la víctima y los niños, para eliminar la competencia por atención, para obligar a la familia a mantener la violencia en secreto, para enseñar sumisión, para vengarse de los actos de independencia, para perpetuar el contexto del terror, para evitar que la víctima se vaya u obligarla que vuelva, por castigo por haberse ido o para degradar a la víctima al involucrarla en el abuso.
En los hogares violentos los animales son utilizados y maltratados de forma habitual con la finalidad de amenazar o intimidar a los niños, mujeres y ancianos de la familia. Desde 1987, la Asociación Americana de Psiquiatras ha agregado la crueldad hacia los animales a la lista de criterios diagnósticos para desórdenes de conducta,  se asegura que el maltrato animal puede ser un factor que predice la violencia hacia humanos. La crueldad hacia los animales se define como un comportamiento socialmente inaceptable que, intencionadamente, causa dolor innecesario y sufrimiento.
El maltrato a los animales “socializa” al agresor con la violencia, es como si hubiera pasado una barrera, y, una vez maltratado al animal, existen menos inhibiciones para hacerlo con los seres humanos, haciendo más probable los actos de crueldad hacia los otros miembros de la familia. El agresor maltrata a la mascota como instrumento para hacer sufrir a la familia, como un modelo de lo que es capaz de hacer; amenaza e intimida para mostrar su poder y dominio.
En el 30 por ciento de los casos, los niños de entornos violentos también habían maltratado a los animales. “Un niño que crece rodeado de agresión contra cualquier ser vivo tiene más probabilidad de violar, abusar o matar humanos cuando sea adulto” (Buró Federal de Investigaciones -FBI, 1985).
La Asociación de Psiquiatras Americanos también afirma que la violencia hacia los animales podría tener un valor predictivo de violencia hacia los humanos. “Desafortunadamente, en el marco de la violencia doméstica, los niños pueden aprender que los animales pueden ser maltratados e incluso que la conducta agresiva es aceptable hacia humanos.
Algunos niños se identifican incluso con el agresor, que puede maltratarlos a ellos o a su mamá, además de las mascotas, y se convierten ellos mismos en agresores. Un estudio de la Agencia de Protección a la Niñez en New Jersey revela que, en el 88 por ciento de las familias donde se había maltratado a los niños, también se había maltratado a animales y en el 66 por ciento de los casos, el agresor había maltratado al animal para inculcar la disciplina al hijo.
Los niños reciben, desde temprana edad, contacto con imágenes de animales, e incluso muchos conviven con una mascota. De éstos aprenden a ser responsables, a desarrollar empatía, afecto incondicional y muchos adquieren autoestima como consecuencia de su relación con su animal de compañía. Los estudios basados en el abuso animal y criminología adulta muestran que los primeros signos de crueldad hacia los animales tienen lugar en la niñez del abusador.
Según la antropóloga Margaret Mead (1994), una de las cosas más peligrosas que le puede pasar a un niño es maltratar a un animal y salirse con la suya. Casi todos los niños atraviesan una etapa de crueldad “inocente”, en la cual pueden lastimar insectos u otros animales pequeños en el proceso de explorar el mundo y descubrir sus habilidades. La mayoría de los niños, con la guía adecuada de padres y maestros, se tornan sensibles al hecho de que los animales tienen capacidad de sentir y sufrir, por lo que tratan de evitarles sufrimientos pero si no se presta la atención suficiente, algunos parecen quedarse encerrados en un patrón de crueldad que puede durar toda la vida. Por ello es altamente probable que el niño presente un riesgo importante de convertirse en un padre abusivo que a su vez puede producir otra generación de niños violentos.
 Algunos niños imitan la violencia familiar que parece ser una forma de vida “normal” para ellos. Otros se sienten indefensos y usan a los animales como víctimas para demostrar su poder y autoridad, o como violencia “redirigida” por el enojo que sienten hacia los padres o la sociedad. No aprenden a valorar el respeto por la vida de los demás. Ahora mismo, la Organización de Naciones Unidas ha declarado la tauromaquia como un espectáculo violento que afecta a la infancia.
Hemos visto que el maltrato a los animales es un fenómeno frecuente en hogares disfuncionales. Por tanto podríamos pensar en considerarlos parte del catálogo de violencia doméstica, incluso como un indicador del grado de maltrato que se vive en el hogar, más que una curiosidad sociológica que acontece de forma paralela. El maltrato animal nunca debe pasarse por alto. Si se detecta a tiempo, será posible romper la espiral de violencia y evitar tragedias aún mayores.
La violencia nos afecta a todos, como mujeres y como profesionales que hemos ampliado nuestro interés y preocupación, estamos llamados a desempeñar un papel para ayudar a encontrar acercamientos creativos en el tratamiento de la violencia en la sociedad y que vaya más allá del cuidado de los animales, que nos ayude a ser una sociedad moderna y desarrollada, libre de cualquier tipo de violencia; llámese bullying, maltrato animal, discriminación, violencia doméstica, etc. gaem80@gmail.com

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